Una experiencia personal, profunda y reveladora. Todo eso, y más, es “Crac”, libro con el que Josefina Licitra abrió la puerta de su intimidad para contar la compleja historia tejida con su padre. Una escritura del yo que la llevó a transitar nuevos terrenos en su riquísimo devenir literario.
“Amo Tucumán”, afirma Licitra durante la entrevista con LA GACETA, previa a su desembarco en la provincia. Hoy a las 20 presentará “Crac” en Libro de Oro (Corrientes 532), donde mantendrá un diálogo con la periodista y librera Natalia Viola. De allí pasará a los Valles, donde dictará un curso durante dos días.
“Con ‘Crac’ me saqué un peso de encima”, revela Licitra. Para entender el significado de ese peso, desde su origen, conviene sumergirse en este entramado que protagonizan un padre exiliado en Europa durante los 70 y una hija marcada por esa fractura. Ella lo cuenta en detalle.
- ¿Cómo definirías genéricamente a “Crac”? Se trata de una escritura del yo que, además, reflexiona sobre la escritura misma. ¿Cómo es ese proceso de ser un yo que dice y el yo de quien se dice, al mismo tiempo?
- “Crac” no me resulta un libro enteramente clasificable. Por un lado, entra en lo que se entiende como “literatura de la intimidad” o “crónica del yo”, ya que cuenta una historia de vida, la mía, dentro del registro de la no ficción (todo lo que aparece en el libro sucedió) y con un abordaje literario, un trabajo de estructura y de construcción de personajes. “Crac” es eso, pero a la vez es también un ensayo sobre la escritura. Y a la vez es, como decís en tu pregunta, un ejercicio de desdoblamiento, ya que en el acto mismo de escribir sobre mí me convierto en “otra”, en mi propio objeto de trabajo. Si hubiera que pensarle al libro un estante de librería (ficción, no ficción, novela, crónica, ensayo, etc), ninguno me resulta del todo justo o completo.
- El cronista, se sabe, pone el cuerpo. En este caso, pones el cuerpo y expones la subjetividad. Lo íntimo develado que traspasa a lo público. ¿Cuál fue el efecto en vos de dicha exposición?
- En primera instancia, cuando estaba escribiendo, tenía una cautela muy parecida al temor. El libro es impúdico. Y eso funciona si no resulta catártico, excesivo o pornográfico. Por ende, cuando lo entregué a mi editora estuve muy atenta a esa primera devolución. Una vez que vi que la devolución era positiva, el temor se convirtió en alivio. Si bien es raro hablar sobre mi vida en notas o en charlas (en las que, lógicamente, las preguntas son de un grado de intimidad muy grande, ya que parten de un libro de alta exposición personal), el sentimiento prioritario es el que dije: alivio. Sensación de liviandad. Con “Crac” me saqué un peso grande de encima.
- “Crac” es una onomatopeya. ¿Decidirte por ese título tiene que ver con el límite del lenguaje y su capacidad de representación? ¿Es como si la grafía del sonido marcara un poco ese límite?
- No fue una decisión consciente. En principio, me gustó que fuera un título tan corto y polisémico, que pudiera hablar de una rotura física y vincular, y que incluso pudiera leerse como adjetivo (“Fulano es un crac”). Después apareció esta lectura que sumás y que me parece la más interesante. Crac es un sonido. Una no-palabra. Y, en un libro donde el silencio ocupa un espacio tan grande y definitorio, titular con una no-palabra tiene todo el sentido.
- ¿Qué te enseñó “Crac” sobre las zonas que permanecen calladas dentro de una familia marcada por el exilio y la militancia?
- Me enseñó principalmente una cosa, no sé si sobre esto puntual que marcás pero sí como marca general, y es que muchísimas familias están atravesadas por el silencio. Cuando escribí “Crac” pensé, realmente, narcisistamente tal vez, que lo que me pasaba era único. Pero una vez publicado el libro empezaron a llegar las devoluciones, sobre todo a través de mi cuenta de Instagram, y fueron muchas las personas que me dijeron “a mí me pasó algo parecido”. No lo supe cuando lo escribí, pero entiendo ahora, gracias a los comentarios que recibo y a las historias de vida que me cuentan por escrito, que “Crac” toca una zona de dolor común. Y no es que eso me haga bien (por eso de “mal de muchos consuelo de tontos”) pero sí me quita algo de peso individual y ayuda a que me sienta parte de un problema colectivo: el de las familias y el silencio.
Josefina Licitra en Tucumán- ¿Cuál fue ese “crac” que te impulsó a escribir? ¿El del vínculo con tu padre, el de una época, o el de una identidad en construcción?
- Lo que me empujó a escribir fue, por redundante que suene, el vínculo roto con la escritura. Cuando mi padre me dejó de hablar, yo dejé de escribir (las razones del enlace entre mi padre y la escritura están expuestas en el libro). Y dejar de escribir tuvo consecuencias. Entre otras cosas que me pasaron, me enfermé. Ahí hubo un punto de quiebre, un “tengo que volver a escribir o la voy a pasar mal”. A la vez sentía que esa primera escritura, la que me devolvería al acto de escribir, indefectiblemente tenía que poner el problema sobre la mesa. Tenía que escribir sobre eso que me estaba aniquilando, hacer un exorcismo para después, pasado ese escollo, volver a escribir sobre temas variados. Ahí empecé a tomar notas sistemáticas sobre lo que sentí que podía ser un libro, hasta que años después -cuando encontré una estructura narrativa- encaré el último tramo, les di forma a esos textos y publiqué el material.
- En muchos de tus trabajos aparece la idea de la pérdida, del intento de reconstruir lo que se deshace. ¿Sentís que la escritura es una forma de reparar, o más bien de aceptar lo irreparable?
- Creo que es una escritura que busca exponer del modo más acabado la historia que sea (propia y ajena), entender su lógica interna (entender por qué suceden las cosas), encontrar los puntos ciegos del relato, las zonas que carecen de argumentación, y elaborar una hipótesis posible sobre la materia de la que están hechas esas zonas a las que todavía no llegó el lenguaje. Entonces, no sé si la escritura (mi idea de la escritura) repara, pero sí siento que expone, hace visible lo que no estaba tan a la vista. Y ese acto tiene algo de reparación.
- ¿Cómo dialoga tu relato con las narraciones más tradicionales sobre los años 70 y la militancia política?
- Me parece que en “Crac” hay una mirada no totemizada de los setentas. Venimos de años con un relato galvanizado en torno a la militancia de izquierda. Había miedo a cuestionar por temor a “hacerle el juego a la derecha”, pero finalmente esas omisiones fueron -como todo silencio- profundamente funcionales a la derecha, que asumió el monopolio de la mirada crítica y lo capitalizó políticamente. Mi libro cuenta una experiencia personal, que no pretendo extrapolar, pero tiene una mirada sobre los setentas que, como mínimo, incluye preguntas que me hubiera gustado que se hicieran antes y que las hiciéramos “nosotros”, entendiendo a ese “nosotros” como un sector que defiende un abanico de causas catalogadas como progresistas.
- ¿Qué papel tuvo la memoria -propia y ajena- en la reconstrucción de esta historia? ¿Hubo resistencias familiares o personales a revisitar ese pasado?
- Es un libro que dependió mucho de la mirada de los otros, ya que mucho de lo que se cuenta sucedió cuando yo era muy chica. Mi familia paterna no quiere hablar de estas cosas, pero mi familia materna, sí. Si bien no estaban felices de andar revolviendo el pasado, entendieron que era parte de un proceso personal y literario que yo estaba haciendo y me acompañaron en eso.
- Presentar “Crac” en Tucumán -una provincia tan marcada por su protagonismo en los 70- puede tener resonancias especiales. ¿Qué esperás del encuentro con los lectores en este contexto?
- Amo Tucumán. Vive allí gente querida y viajé bastante para dar algunas charlas y cubrir algunas historias vinculadas al caso Trimarco y a la Chancha Ale. Siempre, en cada viaje, encontré mucha escucha y gratitud. Así que espero lo mismo (¡que es muchísimo!) con este encuentro.
En Tafí del Valle: Licitra dictará el taller “Hacer crac” durante dos jornadas intensivas
Josefina Licitra llega a la provincia de la mano de la productora Cero Teoría y de Antara Network. Ambas organizaciones se unieron para generar en Tucumán y en el Norte actividades de excelencia, que multipliquen los beneficios del acceso a bienes culturales. El programa incluye el taller central “Hacer Crac” (mañana y el sábado), que reunirá alrededor de 30 personas en Tafí del Valle, en la Estancia Los Cuartos, para compartir una experiencia de la crónica del yo con la escritora. Más información se encuentra en el perfil de Instagram @ceroteoriad.